Muere
una mujer en Cuenca, en Málaga, Cifuentes, Vicálvaro… Así son día sí y día
también nuestros telediarios. Han sido asesinadas alrededor de 1.258 mujeres desde el año 1995. A lo que hay que añadir que baja el número de denuncias por
violencia de género. La respuesta institucional es nula. Por otro lado, no
paran los rumores de las denuncias falsas, a pesar de que sólo el 0,01% de las
denuncias por violencia de género son falsas. Es como si quisieran hacernos
creer que este tipo de violencia es normal. Y, no, ninguna violencia es normal.
Imagina que, en lugar de decir que han muerto 1.295 mujeres, nos dijeran que han
muerto 1.295 adolescentes o futbolistas. Sería un escándalo, un horror. Sin embargo, en un
país donde lo normal es la violencia estructural contra las mujeres, se han normalizado hasta sus asesinatos y, por ello, también sólo el 0,01% de los
presupuestos del Estado están dirigidos a las políticas de igualdad y la
prevención de la violencia de género.
Me
gustaron las conclusiones del Feminario de Córdoba del año pasado, que explican
claramente porque la violencia contra las mujeres se produce y se desatiende
desde las instituciones españolas. Entre dichas conclusiones, encontramos la definición
de violencia estructural, porque violencia estructural…
- Es 50 mujeres
asesinadas y que se cierren Casas de Acogida.
- Es consentir la
prostitución y hacer creer que puede ser un trabajo.
- Es que la edad de
consentimiento sexual esté en los 13 años en este país y, sin embargo, se
nos niegue a las mujeres la capacidad de decidir sobre nuestra maternidad.
- Es que la viagra sea
perfectamente asequible y la píldora del día después no se dispense en
todas las farmacias.
- Es que las mujeres
poseamos solo el 1% de la riqueza del planeta.
- Es que una pretendida
moral religiosa, vaya en contra de los valores y derechos cívicos.
- Es la pobreza más
absoluta en la que viven la mayoría de nuestras mayores porque el Estado
no se ocupa de ellas.
- Es que las mujeres
jóvenes no encuentren trabajo a pesar de estar sobreformadas.
A
pesar de esto, el mensaje sigue siendo el mismo. Se dirigen a las mujeres obviando las consecuencias de esta lacra social y, sobre ellas, se carga el peso de denunciar
contra el agresor porque el Estado y sus instituciones se harán cargo de
resolver la situación. Es curioso, son el Estado y las instituciones quienes no previenen, quiénes en muchos casos justifican y quiénes están mirando para otro lado para no actuar.
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