Es y fue una mujer luchadora, reivindicativa que reflexiona sobre su condición de mujer. Es
y fue una transgresora que saltó de lo simbólico a lo real, de lo privado a lo
público. Una persona que partiendo de la reflexión de su condición como mujer
llegó a proponer cambios revolucionarios hacia una igualdad y un mundo nuevo.
Existen
pocos datos que hablen de su existencia, ya que sus enemistades trataron de
eliminarla de todas las formas posibles, incluida su huella en la historia y su
obra. Algo que puede observare si recurrimos a sus escritos que, en su mayoría,
ni siquiera han traducidos ni reeditados en castellano, un claro ejemplo de la
invisibilización del papel de las mujeres en la Revolución Francesa.
Escribió
numerosas obras de teatro y textos políticos. Basándose en su experiencia
personal, logra una mirada crítica a la
sociedad en la que vive poniendo en evidencia las contradicciones de la
Revolución Francesa. Sus trabajos fueron feministas y revolucionarios. De esta
forma, utilizó la escritura como instrumento para sus reivindicaciones.
Reivindicó los derechos de las mujeres en el ámbito público y privado, de las
prostitutas, de las madres solteras, de las personas esclavas, del amor libre,
la corrupción política, las reformas sociales, el derecho al voto, el derecho
de las mujeres a acceder a la vida política, el acceso de las mujeres a la
propiedad, la igualdad fiscal, el derecho a la educación, la supresión del
matrimonio, la protección a la infancia y a las personas más desfavorecidas y
un largo etcétera más.
La obra que consagró a Olympe de
Gouges y que nos ha permitido conocerla es “La Declaración de los derechos de
la Mujer y la Ciudadana” (1791). Identificó que la desigualdad y opresión que viven las mujeres
se debe a un sistema de dominación masculina. La única forma de erradicar dicha
circunstancia es a través de la universalización de los derechos humanos.
Se manifestó
contra la represión Jacobina (representada por Robespierre y Marat) tomando
partido por los Girondinos. Enfermó y fue recluida en una pensión burguesa, a
la vez que fue acusada por reaccionaria contra los Jacobinos. Reclamó ser juzgada para poder defenderse de
las acusaciones. El 2 de noviembre de 1793, el Tribunal Revolucionario la
condenó a subir al cadalso, sin poder hacer uso de una defensa que requería de
una abogacía. Al día siguiente, murió guillotinada.
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