Carmen

He pasado unos días en Budapest y, ¿cómo no? He ido a la ópera. Allí, donde la cultura tiene precios populares. Como andábamos con dificultades de fechas y era mi primera vez en la ópera, no elegimos mucho la obra y nos tocó ver Carmen. Yo no sabía que Carmen era una ópera en la que se relataba un feminicidio. Y, disculpad mi ignorancia, pero estaba loca de contenta por ver una obra que era tan conocida y en la que podía reconocer varias de las piezas que la componen.

Estaba entusiasmada. Poco a poco me fui dando cuenta de algo que no quise expresar por eso de quizás me esté equivocando. Pero sí, yo veía violencia y, al final, no me pude contener y se lo dije a mi acompañante. Por suerte, él también lo veía. Nos temíamos lo peor y así aconteció: una historia de una mujer fuerte que toma decisiones, las suyas. Su asesino un soldado que se enamora de ella. Ese amor que le profesa es el amor romántico, el cual le “da derecho” a exigirle a ella  que se enamore de él y que haga lo que él desea. De hecho, como no es así, la  trata como a un objeto, la violenta y la asesina. Acaba la historia y la gente aplaude.

Me incomoda, me repulsa, me llena de rabia el hecho de pensar que Bizet estrenó esta ópera en 1875, que se sigue interpretando y, lo peor de todo, aplaudiendo por la gente, no siendo cuestionada, ni criticada. Sé que hay otras versiones y yo las aplaudo. Pero, ¿cómo es posible que, a día de hoy, sigamos aplaudiendo una historia de posesión, celos y asesinato? Carmen es una historia de violencia contra las mujeres, una historia de odio hacia las mujeres y yo lo rechazo.