Últimamente tengo mucha suerte. Me encuentro con mucha gente
que es tildada de rara. Me encanta porque, en definitiva, son gente que se sale
de la norma y que me aporta muchas cosas, me abren un mundo por conocer.
Sin embargo, me
encuentro que, en muchos casos, lo están pasando fatal. El castigo social de ser
quién quieres ser es muy cruel. Soportarlo supone un gran valor, coraje y mucha fuerza y tesón. Hay personas que renuncian, porque es duro enfrentarse a los
estándares y revelarles que tú eres quién ha salido de la mediocridad, que tú te escuchas, te cuidas y te expresas como eres.
Yo
entiendo que la gente se pueda sentir confusa, desorientada e incluso molesta
por ver cómo hay gente que se esfuerza por ser feliz y ser realmente quién
quiere ser. Esto sólo evidencia que cuando alguien se siente así es porque se
mira en la otra persona y se siente muy distante. El hecho de descubrir que te has
quedado en la masa por miedo a la crítica y, que para ocultar tu insatisfacción
y baja autoestima, tienes que culpabilizar y castigar a aquellas personas que buscan y crean su propia identidad, es decir, a aquellas personas que buscan su bienestar, satisfacción, placer… su yo, produce unos efectos adversos. Es como si sintieran envidia, frustración, inseguridad...
Me gusta la gente rara y me encanta cuando dan la vuelta a todas las críticas que reciben y las transforman en empoderamiento.
Me gusta la gente rara y me encanta cuando dan la vuelta a todas las críticas que reciben y las transforman en empoderamiento.
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